"El equipo es más de Messi que mío" aceptó ante el mundo el técnico argentino. Muchos se escandalizaron; a mi me pareció sencillamente fantástico. Por lo pronto, inédito y original.
El Pelado Sampaoli es de esos entrenadores que aprendieron sobre la marcha. Se hicieron entrenadores entrenando (y ganando).
Me refiero a que Sampaoli es la antítesis exacta de Maradona: cero idolatría (y por lo tanto cero protección o cero paciencia si la mano viene mal), como para presentar “chapa” de entrenador que viene “del fútbol”.
Tipo que se pone a estudiar, pero especialmente, se predispone a escuchar en la interactuación con las estrellas.
Messi es el más ostensible de los casos.
Él, Sampaoli, considera que hay que jugar con tres en el fondo: tan convencido está que en el momento más difícil de su carrera (partido contra Ecuador que pudo significar que el equipo quedara fuera de Rusia 2018), pone la cabeza en la guillotina cuando decide hacer jugar a Mascherano de líbero.
Se sabe como terminó esa parte de la historia: Dios se apiadó de él y Messi se puso el equipo al hombro en momento cúlmine.
Conclusión: de allí en adelante se juega con línea de 4 (como quiere el catalán nacido en Rosario, Argentina).
Una vez superado el trance (el último escalón camino al infierno que incluyó para éste plantel la derrota en tres finales consecutivas), lo invita a comer un asado a su casa en Barcelona (Messi a Sampaoli) y le hace una oferta que no podrá rechazar.
Sampaoli, cuya gran diferencia con Bielsa es que amaga con comer vidrio pero corre el plato, le da la derecha al crack y la línea de tres pasa a la historia. Al menos para enfrentar (y ganar) la inminente Copa del Mundo.
El equipo de Messi incluye a Romero, Mercado, Otamendi, Fazio y Rojo, Mascherano y Biglia, el Kum, el Pipita Higuaín, él (Lio) y “Fideo” Di María.
Éste es el equipo de Messi.
Con Masche de 5.
Puede incluir a Dybala (no es cierto que una frase del cordobés lo saque del plantel), a Lanzini, a Lautaro Martínez (“el Quinto Beatle”), a Banega, a los laterales de Independiente, al Mellizo y a Toto Salvio (si llegan en condiciones), etc, etc, etc.
El entrenador deberá decidir en torno a lo complementario de la lista.
Pero el quién juega en el equipo de Messi (salvo alguna lesión dios-no-lo-permita), lo decide el 10. Sampaoli consensúa.
Alguno puede decir que “acata”.
El orden de las cuestiones no altera –para éste columnista- el producto.
Imposible imaginar a Bilardo aceptando públicamente que el del 86 era más un equipo de Maradona que propio.
Quizá el hecho de dejar jirones de salud (mental y física), por parte del Narigón en aquella gesta impresionante, le otorgue derecho a pensar y sentir que era más “su” equipo que el equipo del 10.
Todos sabemos la verdad de la milanesa y no vale la pena volver sobre el asunto.
Lo importante es que el equipo de Messi llegue bien (físicamente) al campeonato.
Creo que desde el punto de vista de la fortaleza mental no hay antecedentes de grupos que hayan coqueteado con la frustración cómo éste.
Ello ha hecho del grupo un UNO indestructible.
E invulnerable.
La táctica y la estrategia se ponen a la cola en el orden de importancia.
Maradona, Bilardo y Cía solo tenían la “contra” del multi-medios Clarín sin derechos de televisión por ese entonces.
Menotti contó con un Decreto de la Junta Militar que prohibía –so pena de cárcel por traición a la patria- criticar a su equipo.
A Messi y su grupete, los ningunean hasta los “trolls” en sus tiempos libres.
Lenta pero rigurosamente, el equipo ha ido trabajando más en divanes que en campos de entrenamiento, la insoportable vara alta en la que ellos mismo se han colocado: saben/sabemos que ser sub-campeones es el purgatorio de los fuegos eternos.
Por éstas razones (la asimilación de sufrimiento extremo y la aceptación pública del entrenador sobre quién manda, entre otras), es que éste columnista apuesta un pleno a favor del seleccionado.
Argentina –no hay argumento ni creencia que me convenza de lo contrario- da la vuelta en Rusia.
Que así sea.